lunes, 6 de mayo de 2013

Tiempo para Compartir: El profeta viviente guía a la Iglesia bajo la dirección de Jesucristo.


Cuando George Albert Smith (1870–1951) era Presidente de la Iglesia, enseñó a los miembros de ella a donar trabajo, alimentos, ropa y dar de comer a los demás. Tras la Segunda Guerra Mundial, los habitantes de Europa se morían de hambre, por lo que el presidente Smith fue a ver al presidente de los Estados Unidos a fin de pedirle ayuda para enviar comida y ropa a esa gente. Debido a que los miembros de la Iglesia habían producido alimentos y habían donado ropa bajo el programa de bienestar, la Iglesia tenía suficiente para ayudar a los necesitados. El gobierno de los Estados Unidos estuvo de acuerdo en enviar comida y ropa, lo cual ayudó a mucha gente de Europa.
Los miembros de la Iglesia siguieron al profeta, y de buena gana donaron trabajo, comida y ropa. Cuando llegó el tiempo de gran necesidad, la Iglesia estuvo preparada para ayudar. Muchas personas de Europa fueron bendecidas porque los miembros de la Iglesia siguieron al profeta.
Somos bendecidos por tener un profeta viviente; nuestro profeta nos enseña a vestir de forma modesta, a leer, a ver y a escuchar únicamente las cosas que le son agradables a nuestro Padre Celestial. Cuando hacemos esas cosas, somos protegidos de las muchas cosas malas del mundo. Nuestro profeta nos enseña a ser amigables y bondadosos con todos. Jesús nos dice que cuando somos buenos y servimos a los demás, lo estamos sirviendo a Él. El profeta nos alienta a leer las Escrituras, porque en ellas aprendemos acerca de nuestro Padre Celestial y de Jesús. Aprendemos que si guardamos los mandamientos, seremos bendecidos. El profeta nos enseña lo que nuestro Padre Celestial desea que hagamos. Si seguimos al profeta, nuestro Padre Celestial nos bendecirá.

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