"Lección 25: Se construye el Templo de Kirtland,"
Primaria 5: El Doctrina y Convenios y la Historia de la Iglesia, (1996)
Lleve a la clase objetos que representen los mencionados en el relato histórico, tales como piedras, un trozo de tela blanca para representar las cortinas, algo de loza o cristal, una aguja de coser, harina de maíz, dinero de juguete o algunas monedas de poco valor y un reloj (para representar el tiempo que pasaron para edificar el templo).
Al comienzo de la clase, pida a cada uno de los niños que elija un objeto. Al mencionar cada uno de los objetos durante el relato histórico, el niño que lo tiene debe ponerlo a la vista sobre la mesa o en el suelo. Una vez que usted haya terminado la narración, analicen de qué forma cada una de esas cosas representa algo que los miembros de la Iglesia sacrificaron con el fin de edificar el templo.
Muestre la lámina del Templo de Kirtland en el momento que considere más apropiado.
En diciembre de 1832, el Señor mandó a los miembros de la Iglesia que construyeran un templo en la ciudad de Kirtland, estado de Ohio. Ellos debían “establece[r] una casa, sí, una casa de oración, una casa de ayuno, una casa de fe, una casa de instrucción, una casa de gloria, una casa de orden, una casa de Dios” (D. y C. 88:119).
Como los miembros de la Iglesia eran muy pobres y sabían que para construir el templo necesitarían mucho dinero, no comenzaron a edificarlo inmediatamente. Pasaron seis meses y ellos todavía continuaban sin comenzar la edificación del templo. Fue así que, en junio de 1833, el Señor le reveló a José Smith que estaba disgustado con los miembros de la Iglesia porque no habían comenzado a construir Su casa. El Señor dijo que ellos habían “cometido un pecado muy grave” al no obedecer el mandamiento que les había dado (D. y C. 95:3). Los miembros se arrepintieron y, cuatro días después, los hombres comenzaron a acarrear piedras y a hacer las excavaciones para la construcción del templo.
José Smith preguntó a algunos de los demás líderes de la Iglesia su opinión sobre la forma en que debían construir el templo. Algunos dijeron que debían hacerlo de troncos mientras que otros de tablas de madera. José entonces les dijo: Hermanos, ¿en verdad creen ustedes que debemos construir una casa de troncos para nuestro Dios? No, en realidad yo tengo un plan mejor. El Señor me ha mostrado un modelo de la forma en que debemos edificar Su casa y pronto verán la diferencia que existe entre nuestra forma de pensar y la de Él” (citado en Lucy Mack Smith, History of Joseph Smith, pág. 230). En una visión, la Primera Presidencia de la Iglesia: José Smith, Sidney Rigdon y Frederick G. Williams, vio los planos del Templo de Kirtland. Frederick G. Williams explicó que el Señor le había dicho a José Smith que se reuniera con sus consejeros y que Él les mostraría cómo deberían edificar el templo (véase D. y C. 95:14).
Los tres se arrodillaron para orar y vieron el templo en una visión. Primero vieron la parte de afuera; luego, les dio la impresión de que el edificio pasaba por sobre ellos y pudieron ver el interior. Frederick G. Williams dijo que una vez que el Templo de Kirtland quedó terminado, había quedado exactamente como lo vieron en la visión. Durante la construcción alguien trató de persuadir a José Smith para que cambiara parte del diseño, pero él insistió en que el templo debía edificarse tal cual se les había mostrado en la visión.
El Templo de Kirtland no era exactamente igual que los templos de la actualidad, donde las familias se sellan por esta vida y la eternidad, y donde se efectúa la obra por los muertos. Era más parecido a un centro de reuniones especial donde los miembros llevaban a cabo las reuniones de la Iglesia. El Señor les dijo con precisión el tamaño que debía tener el templo (D. y C. 95:15): tenía 33 metros (110 pies) de altura, desde el suelo hasta la punta de la cúpula. Se había construido de piedra y las paredes exteriores se habían revocado con argamasa. En el interior, la planta baja tenía tres filas ascendentes de asientos con tres púlpitos cada uno de ellos sobre el lado oeste y este del salón. Las filas de uno de los extremos eran los púlpitos del Sacerdocio de Melquisedec mientras que los del otro extremo eran los del Sacerdocio Aarónico. Los asientos del salón eran giratorios con el fin de que la congregación pudiera mirar hacia ambos lados del salón.
Debido a que los miembros de la Iglesia eran muy pobres, tuvieron que sacrificarse mucho para edificar el Templo de Kirtland. Casi todos los hombres que podían trabajar y que no se encontraban lejos haciendo la obra misional, ayudaron a edificar el templo. José Smith era el encargado de la cantera donde se sacaba la piedra para levantar las paredes. Los sábados, los que tenían caballo y carretas acarreaban la piedra acumulada en la cantera hasta el solar donde se estaba construyendo el templo para que de esa forma los albañiles tuvieran suficiente piedra cortada para trabajar durante la semana.
Emma Smith supervisaba a las hermanas de Kirtland en la confección de ropa para los trabajadores del templo. Ellas hicieron también alfombras y cortinas de lienzo blanco. Las cortinas se colgaron desde el techo del templo de tal manera que se podían utilizar para dividir los salones grandes del primer y segundo piso en cuartos pequeños. Se habían colgado también cortinas sobre los púlpitos con el objeto de brindar cierto aislamiento cuando era necesario estar en privado.
Muchas personas trabajaron todos los días en la construcción del templo. En ocasiones, los trabajadores no tenían mucha comida ni ropa adecuada ya que donaban todo el dinero que poseían para edificar el templo. Daniel Tyler dijo:
“Cuantas veces vi a esos humildes y fieles siervos del Señor, después de haber estado todo el día trabajando arduamente en la cantera o en la construcción donde se estaban levantando las paredes del templo, agotados y sin fuerzas, pero con los rostros radiantes de alegría, volver a sus casas con un poco de harina de maíz que alguien había donado. Para las familias que no tenían una vaca que les diera un poco de leche, esa harina de maíz era todo lo que tenían para subsistir. Cuando recibían un poco de harina, mantequilla o carne, lo consideraban un lujo. En ocasiones, recibían como donativo un poco … de melaza, pero muchas veces, los hermanos tenían que buscar trabajo en otro lado para conseguir unos cuantos litros; luego de lo cual volvían a trabajar en la construcción del templo” (citado en Karl Ricks Anderson, Joseph Smith’s Kirtland: Eyewitness Accounts, pág. 161).
Los líderes de la Iglesia y los miembros oraron pidiendo ayuda para terminar el templo, y una de las formas en que el Señor contestó esas oraciones fue enviando algunos miembros ricos a Kirtland. Ellos tenían el dinero suficiente para pagar el dinero que los miembros de la Iglesia debían al banco y evitar así que éste se adueñara del templo.
Los miembros de la Iglesia tenían que proteger el templo del populacho que intentaba destruirlo. Algunos hermanos dormían muy poco, ya que trabajaban durante todo el día en la construcción del templo y de noche tenían que quedarse a hacer guardia armados. El populacho tenía también amenazada la vida del Profeta y de otros líderes de la Iglesia. Oliver Huntington, el guardaespalda de José Smith, relató el incidente que ocurrió en una ocasión:
“En esa época, era necesario que los hermanos protegieran a José Smith día y noche de la violencia del populacho. Una noche en que se encontraba en una cabaña de troncos junto a varios de los hermanos que hacían arreglos para ver quien se quedaba de guardia esa noche, José Smith escuchó la oración que un niño pequeño daba en una habitación contigua.
“El niño oraba pidiendo protección para el Profeta, para que esa noche estuviera protegido del ataque del populacho.
“Cuando el niño terminó de orar, José Smith se volvió hacia sus hermanos y les dijo que se fueran todos a la cama y que durmieran tranquilos esa noche porque Dios había oído la oración del pequeño y la contestaría. De modo que todos se fueron a acostar y durmieron seguros hasta la mañana sin ser molestados” (citado en Anderson, pág. 165).
Los miembros de la Iglesia juntaron vajilla y cristal rotos para que los mezclaran con el revoque para que el templo se viera más hermoso. Cuando el templo estuvo terminado, las paredes exteriores brillaban bajo la luz de los rayos del sol.
El Señor mandó a los miembros de la Iglesia que edificaran el Templo de Kirtland porque necesitaba un lugar en el cual Él y otros mensajeros celestiales pudieran ir a restaurar las llaves indispensables del sacerdocio. Los miembros necesitaban también un lugar donde reunirse y aprender de sus líderes. El edificar el Templo de Kirtland fue una empresa muy grande, pero los miembros trabajaron arduamente y tenían fe en que el Señor los ayudaría a llevar a cabo lo que Él les había mandado hacer. Antes de marzo de 1836, el templo estaba listo para ser dedicado.
Testifique que cuando hacemos lo que el Señor nos pide, aun cuando para ello se requiera un gran sacrificio de nuestra parte, Él nos ayudará y bendecirá.
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