Natanael sostenía con fuerza la mano de su mamá mientras entraban en el salón de la Primaria; ésa era la segunda semana en que Natanael iba a la clase de Rayitos de Sol; se sentía nervioso y, a medida que se iban acercando, caminaba más lentamente.
La semana anterior, la Primaria había sido un tanto confusa. Durante el tiempo de la música, Mia se ponía de pie a cada momento y a dar vueltas. Natanael estaba cansado de estar sentado, así que él también se puso de pie; pero entonces su maestra le pidió que volviera a sentarse. Durante el tiempo para compartir, algunos de los niños mayores hablaban y se reían; a veces había demasiado ruido y no se oía lo que decía la hermana Miranda, la presidenta de la Primaria. Cuando su amiga Cara empezó a llorar, a Natanael le dieron ganas de llorar también.
La semana anterior, la Primaria había sido un tanto confusa. Durante el tiempo de la música, Mia se ponía de pie a cada momento y a dar vueltas. Natanael estaba cansado de estar sentado, así que él también se puso de pie; pero entonces su maestra le pidió que volviera a sentarse. Durante el tiempo para compartir, algunos de los niños mayores hablaban y se reían; a veces había demasiado ruido y no se oía lo que decía la hermana Miranda, la presidenta de la Primaria. Cuando su amiga Cara empezó a llorar, a Natanael le dieron ganas de llorar también.
Al acercarse a la primera fila, Natanael no quería soltar la mano de su mamá; le preocupaba que esta semana la Primaria también fuese confusa. Entonces vio a su maestra.
“Hola, Natanael”, dijo la hermana Tejada. “Me alegra verte”. La hermana Tejada dio unos golpecitos sobre el asiento que se encontraba junto a ella.
A Natanael le gustaba la sonrisa amable de su maestra. Soltó la mano de su mamá y se sentó junto a la hermana Tejada.
“Vendré a recogerte después de la clase”, dijo su mamá. “Recuerda que debes ser reverente”.
Natanael no estaba seguro de si sabía cómo hacerlo.
“Hola, Natanael”, dijo la hermana Tejada. “Me alegra verte”. La hermana Tejada dio unos golpecitos sobre el asiento que se encontraba junto a ella.
A Natanael le gustaba la sonrisa amable de su maestra. Soltó la mano de su mamá y se sentó junto a la hermana Tejada.
“Vendré a recogerte después de la clase”, dijo su mamá. “Recuerda que debes ser reverente”.
Natanael no estaba seguro de si sabía cómo hacerlo.
Después de la primera oración, la hermana Miranda se puso de pie. “Hoy tenemos a un visitante especial”, dijo.
De pronto, apareció un títere detrás de la mesa que se encontraba al lado de la hermana Miranda. El títere comenzó a moverse, a sacudir los brazos, y dijo: “¿Ya es hora de irnos? ¡Quiero agua!”.
A algunos de los niños se les escapó una risita.
“Ésta es la primera vez que Arlo viene a la Primaria”, dijo la hermana Miranda, “y no sabe cómo ser reverente. Lo que pasa es que, para ser reverente, tiene que aprender los buenos modales en la Primaria”.
De pronto, apareció un títere detrás de la mesa que se encontraba al lado de la hermana Miranda. El títere comenzó a moverse, a sacudir los brazos, y dijo: “¿Ya es hora de irnos? ¡Quiero agua!”.
A algunos de los niños se les escapó una risita.
“Ésta es la primera vez que Arlo viene a la Primaria”, dijo la hermana Miranda, “y no sabe cómo ser reverente. Lo que pasa es que, para ser reverente, tiene que aprender los buenos modales en la Primaria”.
Natanael se sorprendió. A veces, a la hora de la cena, su mamá le recordaba que debía ponerse la servilleta sobre el regazo; ésos eran buenos modales. Y su papá siempre les pedía a todos, antes de comenzar a levantar la mesa, que le agradecieran a mamá la buena comida que había preparado; ésos también eran buenos modales. Pero, ¿cuáles eran los buenos modales de la Primaria?
Arlo se echó hacia atrás enfrente de la mesa y dijo: “¡Oigan, todos se ven muy graciosos al revés!”.
Arlo se echó hacia atrás enfrente de la mesa y dijo: “¡Oigan, todos se ven muy graciosos al revés!”.
“Los buenos modales son reglas con las que demostramos respeto por otras personas”, dijo la hermana Miranda. “Arlo no conoce las reglas de los buenos modales de la Primaria. ¿Les parece que podríamos enseñárselas?”, preguntó.
La hermana Miranda fue hacia la pizarra, dibujó un brazo y preguntó: “¿Qué debe hacer Arlo con los brazos?”.
“¡Cruzarlos!”, dijo Mia en voz alta.
“Así es”, respondió la hermana Miranda.
Arlo se incorporó; cruzó los brazos y los levantó por encima de la cabeza. “Ah, ¿así?”, preguntó.
Natanael sabía que ésa no era la manera correcta.
La hermana Miranda les preguntó a todos los niños de la Primaria si podrían mostrarle a Arlo cómo cruzar los brazos.
Natanael en seguida cruzó los brazos y Arlo cruzó los suyos también.
En la pizarra, junto al dibujo del brazo, la hermana Miranda escribió: “Cruzar los brazos”.
A medida que la hermana Miranda hacía más dibujos, los niños le enseñaban a Arlo las reglas de los buenos modales de la Primaria. Natanael estaba contento porque ya conocía la mayoría de ellas.
La hermana Miranda fue hacia la pizarra, dibujó un brazo y preguntó: “¿Qué debe hacer Arlo con los brazos?”.
“¡Cruzarlos!”, dijo Mia en voz alta.
“Así es”, respondió la hermana Miranda.
Arlo se incorporó; cruzó los brazos y los levantó por encima de la cabeza. “Ah, ¿así?”, preguntó.
Natanael sabía que ésa no era la manera correcta.
La hermana Miranda les preguntó a todos los niños de la Primaria si podrían mostrarle a Arlo cómo cruzar los brazos.
Natanael en seguida cruzó los brazos y Arlo cruzó los suyos también.
En la pizarra, junto al dibujo del brazo, la hermana Miranda escribió: “Cruzar los brazos”.
A medida que la hermana Miranda hacía más dibujos, los niños le enseñaban a Arlo las reglas de los buenos modales de la Primaria. Natanael estaba contento porque ya conocía la mayoría de ellas.
Arlo ya no se movía inquietamente, ni sacudía los brazos, ni hablaba en voz alta; tenía las piernas quietas y los brazos cruzados. Los niños también escuchaban en silencio. La Primaria ya no parecía ruidosa y confusa. Natanael se sentía tranquilo y feliz. No sería muy difícil ser reverente en la Primaria; ya sabía cómo hacerlo.
- Cruzar los brazos.
- Caminar callados.
- Levantar la mano para pedir turno para hablar.
- Hablar en voz baja.
- Escuchar a la maestra.
Ésta es la casa de Dios
¿Cuáles son algunas de las formas mediante las cuales podemos mostrar respeto por la casa de nuestro Padre Celestial?
1. Caminar callados por los pasillos. Correr en el salón cultural únicamente durante las actividades especiales que no se llevan a cabo los domingos.
2. Hablar en voz baja.
3. Cuidar los himnarios; guardarlos en su lugar después de usarlos.
4. Recoger la basura que encontremos.
5. Tener cuidado de no poner los pies sobre las bancas o las sillas.
6. Cuando se nos pida, ayudar a quitar las sillas después de las reuniones.
¿Cuáles son algunas de las formas mediante las cuales podemos mostrar respeto por la casa de nuestro Padre Celestial?
1. Caminar callados por los pasillos. Correr en el salón cultural únicamente durante las actividades especiales que no se llevan a cabo los domingos.
2. Hablar en voz baja.
3. Cuidar los himnarios; guardarlos en su lugar después de usarlos.
4. Recoger la basura que encontremos.
5. Tener cuidado de no poner los pies sobre las bancas o las sillas.
6. Cuando se nos pida, ayudar a quitar las sillas después de las reuniones.
“Cuando nos reunimos para aprender las doctrinas del Evangelio, deberíamos hacerlo en un espíritu de reverencia”. Presidente Boyd K. Packer, Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles, “La reverencia inspira la revelación”, Liahona, enero de 1992, pág. 23.
Los niños del Barrio Kahului, que pertenece a la Estaca Kahului, Hawai, se esforzaron para ayudar a cuidar la casa de nuestro Padre Celestial. En una actividad de servicio, limpiaron las sillas que usan todas las semanas en la Primaria.
Los niños mayores de la Primaria lavaron las sillas con agua y bicarbonato de sodio y los más pequeños las secaron. Hasta los niños más pequeños trabajaron con entusiasmo y caras de alegría. Después, todos se sintieron muy bien por haber limpiado la casa de nuestro Padre Celestial.
Los niños mayores de la Primaria lavaron las sillas con agua y bicarbonato de sodio y los más pequeños las secaron. Hasta los niños más pequeños trabajaron con entusiasmo y caras de alegría. Después, todos se sintieron muy bien por haber limpiado la casa de nuestro Padre Celestial.
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